Muchas veces se siente la tentación de comparar dos cosas que tienen naturaleza diferente con el fin de llegar a una conclusión determinante. Las mascotas más clásicas que han acompañado a las familias han sido los perros y los gatos, al principio con una funcionalidad específica. Los gatos se usaban para acabar con los ratones y los perros, dependiendo de la raza, para diversas funcionalidades (defensa, pastoreo, caza, etcétera). Hoy en día también hay personas que usan a los gatos o los perros para que hagan estas labores, pero es cierto que la tendencia, sobre todo en las urbes, es adquirir estos animales para que sirvan de compañía.
La naturaleza, la impronta genética, que cada una de estas razas de animales tiene impresa en su código genético es diferente. Sin embargo, a menudo se siente la tentación de comparar la inteligencia de los perros con la de los gatos. Evidentemente, por norma general, puesto que siempre habrá alguna excepción, la inteligencia de uno y de otro es muy delicada de comparar.
¿Por qué? Simplemente porque los perros tienen inculcado en su genética una estructura jerárquica, de forma natural su cabeza esquematiza las relaciones con los seres que tiene a su alrededor. Sin embargo, el gato, es diferente. No tiene una estructura jerárquica. No hay un líder al que seguir para conseguir alimento, no hay un macho alfa del que dependan para poder sobrevivir. El gato es un animal independiente, se sirve de su propia habilidad para conseguir comida. Por eso muchas veces podemos pensar que es un animal egoísta.
Es una forma de verlo. Más bien es un animal autosuficiente, es capaz de conseguir su propia comida. Por lo tanto, no podemos esperar una dependencia igual que la de un perro. Ante un suculento manjar el gato puede llegar a ignorarlo si se le plantea una situación de cierta dificultad o con ciertos impedimentos. Hemos de pensar
como ellos: "Sí, es algo que huele
muy bien y que seguramente esté
muy bueno, pero me va a resultar más
fácil y más natural cazar ese ratón que
estoy oyendo, que se dónde esta, ese
que puedo oler". Este podría ser su
pensamiento, simplificaría, actuaría
como un ser que es capaz de ser
autosuficiente, de conseguir su
propia comida de un modo más fácil y sencillo para él.Por eso es bastante complicado pensar que el gato es menos o más inteligente que el perro, simplemente son diferentes. El gato, es menos adaptativo, al no tener tanta dependencia le cuesta más trabajo hacer cosas que se le solicitan a cambio de un trozo de comida o de unas caricias. No entiende que haya una relación de amo-dueño, él, dada su capacidad, entiende más la relación de "tú a tú". Para ello simplemente podemos pensar de este modo: ¿haríamos nosotros algo a cambio de comida o iríamos a comprarla al supermercado? Pues depende, primero tendríamos que saber las condiciones que existen para conseguir esa comida, cuál sería esa comida y saber cuál de los dos esfuerzos sería menor (que te la dieran o ir a comprarla).
Los gatos son capaces de responder a su nombre, de aprender a abrir puertas o a traer objetos, también a manipular juguetes, asociar sonidos con determinadas reacciones (sonido de lata, comida segura, sonido de envoltorio de antiparasitario, salir corriendo) o a veces incluso de adivinar nuestros pensamientos (¿a quien no le ha pasado que cuando hay que ir al veterinario nuestro gato se esconde de modo inexplicable?). Saben conseguir lo que quieren, ¿acaso no es eso una señal de tremenda inteligencia?.
María Molina Contreras.
María Tello Galán.
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