jueves, 16 de enero de 2014

Resistencia a la frustración

La frustración es un sentimiento desagradable que surge cuando las expectativas de una persona no se ven satisfechas al no poder conseguir lo que desea. Esta definición encierra el hecho de que la frustración es algo negativo, es una experiencia que debemos evitar o que solamente sirve para generar problemas. En parte, esta sentencia es cierta, pero también es cierto que la experiencia de frustración, como toda experiencia humana, ofrece la posibilidad de crecer, de aprender, de ser creativos.




La baja tolerancia a la frustración puede tener sus inicios desde la niñez debido al mal manejo de los padres al brindar todo lo que el niño solicita sin esfuerzo alguno de su parte, por lo cual los niños pueden llegar a creerse merecedores de todo lo que deseen con sólo pedirlo. No sabe manejar tiempos ni horarios. Por lo cual crece con esa equivocada creencia que lo hace ser una persona irritable, incapacidad para la solución de problemas. Al creer que la vida debe ser fácil y placentera abandona sus proyectos personales o ciertas situaciones por no saber como conducirse sin angustiarse.suelen interpretar la realidad de forma disfuncional adoptando conductas infantiles. Creen que tienen que obtener todo lo que quieren y para ello exigen, ordenan e insisten para que se satisfagan sus deseos a toda costa. Creen que es necesario que la vida sea siempre fácil y cómoda. Creen que cualquier dificultad, demora, fracaso, etc., es demasiado horrible para soportarla. Confunden sus deseos con sus necesidades.



En los niños más pequeños, este es un comportamiento normal ya que los deseos de los bebés están relacionados con sus necesidades fisiológicas básicas, como alimentarse, dormir, etc. A esta edad es importante que los deseos de los niños se satisfagan de forma inmediata, porque esto les proporciona una sensación de seguridad y estabilidad muy importante para su desarrollo emocional.

A medida que crecen los niños, sus demandas aumentan de forma progresiva pero no saben distinguir necesidades básicas de lo que son claramente deseos. Son los padres, o los cuidadores más cercanos, los que deben ayudarles a diferenciar unas de otros poniendo límites a sus constantes peticiones, facilitando así la experiencia de darse cuenta de que no siempre pueden tener sus deseos satisfechos inmediatamente. De esta forma irán aprendiendo a tolerar y aceptar cierta molestia o demora en la realización de los mismos como algo inevitable, es decir, los niños, aprenderán, en mayor o menor medida, a tolerar la frustración dándose cuenta de que hay ciertas limitaciones, tanto en ellos como en el ambiente que les rodea.

Pero, por supuesto, no siempre sucede así. Otros niños siguen actuando como si todos sus deseos fuesen necesidades orgánicas tan poderosas y urgentes como comer, respirar o saciar la sed. No aceptan que sus deseos no sean satisfechos de inmediato, no quieren esperar ni saben sustituir un deseo no realizable por otro realizable, como conformarse con un juguete diferente cuando el que desean no está disponible. Cuando no consiguen lo que quieren son capaces de armar un verdadero escándalo: patalean, lloran, se tiran al suelo, como un modo de exigir que sus deseos se satisfagan rápidamente. 



PARA DESARROLLAR UN NIVEL ADECUADO DE TOLERANCIA LA FRUSTRACIÓN.

A los niños hay que enseñarles a aceptar el fracaso y el error como algo consustancial a la persona humana. Frente a los problemas, los niños no siempre van a contar con la ayuda de los adultos (padres, hermanos, profesores). En la vida real el niño se encontrará con situaciones que debe resolver solo. En estos casos no podrá refugiarse en el lloro o en el paraguas de los mayores.
Los niños deben descubrir el proceso de toma de decisiones, a un nivel inicial y resumido, y aplicarlo a pequeños problemas que le son habituales y que por comodidad o por rutina confía en que sean los adultos quienes se los vayan resolviendo. 

RESUMEN:
Cuando hay un impulso, un deseo, y la persona no es capaza de satisfacerlo, aparece entonces lo que en psicología llamamos frustración, que se manifiesta como un estado de vacío o de anhelo insaciado.
El proceso de madurez no es más que una larga carrera de obstáculos. Muchos problemas personales vienen del mundo de las frustraciones que desencadenan comportamientos agresivos. La autentica madurez se consigue cuando asumimos nuestras limitaciones. Cuando sabemos convivir con las frustraciones producidas ante acontecimientos insuperables.
La misma situación puede influir en dos personas de forma diferente. La frustración es una encrucijada: o eleva o te degrada. De una experiencia dolorosa, unas personas aprenden, reflexionan y obtienen conclusiones positivas que les hacen, por ejemplo, ser más flexibles, tolerantes o incluso fuertes. Otras, sin embargo, se hunden y no ven la salida.
Ser padres no consiste tan solo en proporcionar amor. Tan importante como el amor es la autoridad: esto incluye suministrar frustraciones dosificadas y ser siempre modelos de autocontrol ante los hijos.
Aprender cómo afrontar la frustración ya desde niños nos ayudará después a enfrentarnos a la vida real que, por desgracia, está llena de reveses, fracasos y desengaños.




Isabel Accino Cano y Maria Victoria Ruiz Natoli

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