domingo, 11 de mayo de 2014

Experimento de la cárcel de Stanford

En el experimento se quería ver cómo los participantes reaccionaban en un entorno que simulaba una prisión. Zimbardo quería saber si personas que eran “buenas” podían seguir siéndolo en un entorno de maldad, y cómo los roles que una persona debe cumplir influyen en su comportamiento.
Se estableció un simulacro de prisión en el área de psicología de la universidad de Stanford, y se seleccionaron 24 estudiantes para cumplir los roles de prisioneros y de guardias. Fueron elegidos de entre 70 voluntarios ya que no tenían antecedentes penales, problemas psicológicos ni médicos. Ya en la cárcel, el proceso de deshumanización comenzó con uniformes, sin objetos personales y con un número que los identificaba en lugar de su nombre. Los guardias tenían su uniforme –que incluía lentes oscuros para que fuera imposible el contacto visual– y no tenían permitido ningún tipo de violencia física.
Aunque el experimento iba a durar dos semanas, lo cierto es que al sexto día se puso fin, debido a lo que estaba sucediendo en los participantes: los guardias comenzaban a comportarse de forma abusiva, mientras que los prisioneros sentían estrés y ansiedad.
Cinco de los prisioneros dejaron antes el experimento, ya que sufrían de ansiedad y lloraban todo el tiempo. Muy pocos tuvieron la fortaleza de seguir comportándose normalmente.
El propio Zimbardo, que actuaba como el director de la cárcel, perdió el norte y no tuvo en cuenta los comportamientos abusivos hasta que la estudiante Christina Maslach puso objeciones al experimento. El psicólogo llegó a la conclusión de que las situaciones que pasa una persona pueden marcar profundamente su comportamiento. Además, que las personas se adaptan rápidamente a sus roles y se preocupan por cumplirlos, especialmente si están relacionados con el poder.
Por: Lidia Fernández Chaves.

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